Giácomo Roncagliolo, Ámok







Giacomo Roncagliolo
Ámok
Alto Pogo



Por momentos, cuando me pregunto qué fue lo que me tra-
jo aquí, me siento seguro al concluir que fueron las pastillas.
Con ellas cada camino se prefiguraba similar al anterior. No
había diferencia: sin importar cuál fuera el rumbo, la vic-
toria se adivinaba próxima, al alcance de un paseo corto.
Una carta, un taxi, una carretera hacia el norte, los pasos se
justificaban siempre a sí mismos, e incluso contenían la pro-
mesa de un nuevo comienzo. Un comienzo limpio, fresco y
certero: en eso radica el encanto de sedarse.
Pero hoy no traigo las pastillas conmigo. Hoy hay ratos
en los que la duda pega fuerte y de pronto me encuentro
pensando que tal vez el entumecimiento no fue lo único.
Que a lo mejor también debía sentirme insatisfecho con el
arreglo que teníamos Nía y yo, que solo bajo ese pretexto
pude partir, libre de culpa, en plena madrugada. O que ni
siquiera fue eso, que mi presencia en esta región no depende
de motivos tan mundanos.



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